Les compartimos el siguiente cuento de Silvia Schujer para seguir trabajando.
LA COMPOSICIÓN
Silvia Schujer
Pronto va a hacer como un año que pasó. Fue en noviembre. No me acuerdo qué día. Sé que fue en noviembre por¬que faltaba poco para que terminaran las clases y ya estábamos planeando las vacaciones. Siem¬pre nos vamos unos días a algún lugar con playa. No muchos porque sale muy caro, dice mi ma¬má. Bueno, decía. Mi hermanita y yo estábamos durmiendo. No me importó demasiado que esa noche, la anterior, papá y mamá estuvieran preo¬cupados, porque ellos casi siempre andaban preocupados, pero igual eran muy buenos con nosotras y nos hablaban todo el tiempo. Más a mí, porque mi hermana es un poco chica todavía. Recién ahora está en primer grado con la seño¬rita Angélica. A veces yo no entendía del todo lo que me querían decir, pero mi papá me explica¬ba que algún día iba a poder. Igual, ahora tam¬bién sigo sin entender mucho que digamos. Mi hermanita no sabe nada. La abuela me quiso mentir a mí también, pero yo no soy tonta, así que... Prométame que no le va a contar a nadie ¿eh? Y menos a mi abuela porque ella tiene mucho miedo y no quiere que lo hablemos. Pero yo a usted se lo tengo que decir porque después me va a preguntar y si yo lloro ¿qué les digo a las chicas?
♦
Estábamos durmiendo y de repente yo abrí los ojos. La puerta de la pieza estaba cerrada. Era raro que no me hubiera venido a despertar mi mamá si ya entraba luz por las persianas. Yo siempre me doy cuenta de la hora por la luz que se mete entre los huecos de las persianas. Y esa mañana la pieza ya estaba bastante clara y no se escuchaba ningún ruido. A mí no me gustaba faltar al colegio porque entonces me tenía que pasar todo el día sola aburriéndome en casa. Por eso no me hice la dormida. Llamé a mi mamá. Pensé que era ella la que se había quedado dor¬mida. Me imaginé que se iba a poner contentísi¬ma de que ya me pudiera despertar sola. Pensé que me iba a decir que yo ya era una señorita y que eso la tranquilizaba. La llamé y, como no vi¬no y tampoco hubo ningún ruido, me levanté. Primero me senté en la cama y traté de desper¬tar a mi hermanita para que no llegáramos tar¬de. Blanquita, al jardín. Y como ella tampoco me escuchaba, me empezó a agarrar miedo y casi me puse a llorar. Miedo, qué se yo. La sacudí un poco y cuando abrió los ojos, le di un beso como hacía mi mamá y le alcancé la ropa. Tuve miedo porque un día escuché que mamá le decía a pa¬pá que si a ella le pasaba algo... que siempre nos hiciera acordar a nosotras... de un mundo mejor, qué sé yo, esas cosas. Tuve miedo igual, porque para mí el mundo no era feo, el mío por lo me¬nos. Ahora todo es horrible. Mi hermanita y yo nos vestimos. Yo la ayudé un poco, pobre. No me animaba a salir sola de la pieza. No sé por qué. Así le dábamos juntas la sorpresa a mamá. Blanquita no hablaba porque estaba medio dormida. Cuando preguntó por mamá le dije que íbamos a ir juntas a despertarla. Que seguro se había quedado dormida. Nuestra pieza da al comedor. Y en frente, del otro lado del comedor, está la pieza de mis padres. Salimos en puntas de pie. Mi hermanita venía atrás mío.
¡Yo me quedé!...
♦
Blanquita también se dio cuenta de que al¬go había pasado porque en el comedor había un desbarajuste bárbaro. Los libros estaban en el suelo y algunos rotos. Las sillas, cambiadas de lugar. Y bueno, para qué le voy a seguir contan¬do. Usted no vaya a decir nada, seño, pero yo tuve miedo. Llegamos a la pieza de ellos: la ca¬ma estaba vacía y deshecha, pero no como cuando se iban apurados. Deshecha del todo, hasta un poco corrida de lugar. Ahora no sé si había llegado ese día: que si pasaba algo y las ne¬nas. Hablaban tanto... Papá siempre me abraza¬ba y me decía que yo iba a ser libre y Blanquita también. Como un pájaro. Que iba a ser amiga de muchos chicos y en el colegio para el día del niño todos iban a tener un juguete y que eso era la libertad por la que ellos peleaban. ¿Dónde?, me pregunto. Porque entre ellos no peleaban nunca. No, casi nunca. Y menos por la libertad, que también es eso de los juguetes ¿no? No esta¬ba ninguno de los dos en toda la casa. Blanqui¬ta lloraba más fuerte que yo. Entonces la abracé y le di un beso. Nos sentamos en el piso del co¬medor en el medio de todos los libros. Yo empe¬cé a ponerlos en orden, los que estaban rotos los dejé para arreglarlos. Pensé que a lo mejor ma¬má había salido a comprar la leche y le dábamos la sorpresa. Lo que más nerviosa me ponía era cómo lloraba Blanquita, dale y dale. Capaz que tenía hambre, así que fui a la cocina que tam¬bién era un bochinche. Iba a sacar unos panes de la bolsa y justo sonó el teléfono. ¡Ah! Me ha¬bía olvidado de decirle que cuando entramos al comedor para ir a la pieza de mis padres, el telé¬fono estaba descolgado y yo lo puse bien. Enton¬ces atendió Blanquita y yo enseguida le saqué el tubo de la mano. Era mi abuela con la que esta¬mos ahora. Y cuando le conté lo que pasaba, en vez de decir que ay esta madre que tienen, dio un grito y dijo no se muevan, esperen ahí.
Me asusté mucho y yo también grité. Con Blanquita nos quedamos en un rincón. La llamá¬bamos a mi mamá porque mi papá siempre salía temprano así que sabíamos que no podía estar. Después me sentí un poco mal, porque el más grande tiene que ayudar al más chico, y en ese momento yo no la estaba ayudando nada a Blan¬quita. Ni siquiera la soltaba porque me sentía mejor agarrada a ella. Prométame señorita que usted no va a contar nada de lo que le digo. Mi abuela dice que es peligroso y no quiere. Usted cree que vivo con ella porque no tengo mamá, porque se fue de viaje o algo así -como dice mi abuela cuando alguien se muere-. Pero es men¬tira, seño. Le juro que es mentira. Yo tengo ma¬má. No sé dónde está, pero tengo. Ella decía otro mundo y eso a lo mejor es un poco lejos. La verdad que ahora sería bueno que invente un mundo mejor ¿no? porque es una porque¬ría todo esto. Las chicas se piensan que yo estoy muy contenta con mis abuelos porque nos com¬pran todo lo que queremos, pero es mentira. Usted no les diga nada, no, porque de verdad son muy buenos y nos compran lo que quere¬mos. Yo a usted se lo tuve que contar porque re¬cién dijo que había que hacer una composición para el día de la madre y las chicas me dijeron que bueno Inés, vos le podés hacer una a tu abuela, y usted también me iba a decir eso cuando yo me vine acá y le hice perder el recreo largo en su escritorio ¿no?
Buenos Aires, 1977
A las madres que buscan a sus hijos.
A los hijos de esos hijos. A las abuelas que
quieren encontrarlos.
Luego de la lectura, responder las siguientes preguntas:
1- ¿Cuál es el tema del cuento? Reconstruí su argumento.
2- ¿En qué momento transcurre la historia? ¿qué indicios lo evidencian?
3- ¿Qué aspectos de la dictadura aparecen representados en este relato? Justificá tu respuesta.
4- ¿Quién es el narrador? ¿un niño, un adolescente, un adulto? ¿cuántos años tenía cuando sucedieron los hechos que está narrando? ¿cuál es su punto de vista sobre lo sucedido?
5- ¿Cuál fue el destino de los padres de Inés? ¿qué indicios aparecen en el cuento al respecto?
6- ¿Cuál les parece que podría haber sido la actividad de los padres? ¿Por qué habrán sido secuestrados?
7- ¿Por qué les parece que la abuela calla el tema y obliga al silencio a su nieta?
8- ¿Por qué les parece que la niña habla este tema con la maestra?
9- ¿Qué les parece habrá querido manifestar la autora al elegir un monólogo como forma de relatar los hechos? ¿Por qué la maestra sólo hace silencio?
10- Explicá el título del cuento.
11- Escribí la respuesta que la maestra le da a Inés. Para hacerlo, tengan en cuenta las características que ha adoptado la represión durante la dictadura en el sistema educativo por ejemplo, con las siguientes fuentes:
“La pedagogía del miedo
[…] Por aquellos años oscuros eran frecuentes las clases antisubversivas impartidas por altos oficiales de las tres fuerzas a docentes y alumnos de todas las escuelas del país. Buscaban así contrarrestar el “adoctrinamiento” que según ellos llevaban adelante los “elementos subversivos””.
Pigna, F. y Seoane, M. (2006) La noche de la dictadura. Buenos Aires, Caras y Caretas, pp. 30.
“El impacto de la represión en la sociedad fue profundo. Mucha gente debió exiliarse. En las aulas, las oficinas y las fábricas, la represión y el temor acallaron discusiones, terminaron con asambleas o reuniones políticas y, naturalmente, se acabaron las manifestaciones callejeras. En las escuelas, mientras tanto, se retornaba a la disciplina de pelos cortos y pollera a la rodilla”.
Cattaruzza, Alejandro (2002) La Argentina en la encrucijada. Los caminos de la Historia. Buenos Aires, Altea, pp. 84-5.
OTROS RECURSOS POSIBLES
Trabajando con el diseño, compartimos otros recursos u otro tipo de actividades podríamos proponer teniendo en cuenta los alcances de contenidos seleccionados para este período
- Análisis de fotografía “Junio, día del padre en Plaza de Mayo” en Dani Yako “1983. Imágenes del regreso”, teniendo en cuenta las siguientes preguntas: ¿Dónde están? ¿Quienes son?¿Qué estarán haciendo? ¿Por qué? Observen los rostros y los gestos, ¿Qué expresan? ¿A dónde estarán mirando? ¿Cómo esta fotografía enriquece el relato del cuento?
- Cd “De Memoria. Testimonios, textos y otras fuentes sobre el terrorismo de Estado en Argentina”. Memoria Abierta. Secretaría de Educación del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.
- Cd “Historias con mujeres, mujeres con historia” Instituto Interdisciplinario de Estudio de Género, Facultad de Filosofía y Letras. UBA.
- La fotografía en la Historia Argentina, tomo IV. Buenos Aires, Clarín.
LA COMPOSICIÓN
Silvia Schujer
Pronto va a hacer como un año que pasó. Fue en noviembre. No me acuerdo qué día. Sé que fue en noviembre por¬que faltaba poco para que terminaran las clases y ya estábamos planeando las vacaciones. Siem¬pre nos vamos unos días a algún lugar con playa. No muchos porque sale muy caro, dice mi ma¬má. Bueno, decía. Mi hermanita y yo estábamos durmiendo. No me importó demasiado que esa noche, la anterior, papá y mamá estuvieran preo¬cupados, porque ellos casi siempre andaban preocupados, pero igual eran muy buenos con nosotras y nos hablaban todo el tiempo. Más a mí, porque mi hermana es un poco chica todavía. Recién ahora está en primer grado con la seño¬rita Angélica. A veces yo no entendía del todo lo que me querían decir, pero mi papá me explica¬ba que algún día iba a poder. Igual, ahora tam¬bién sigo sin entender mucho que digamos. Mi hermanita no sabe nada. La abuela me quiso mentir a mí también, pero yo no soy tonta, así que... Prométame que no le va a contar a nadie ¿eh? Y menos a mi abuela porque ella tiene mucho miedo y no quiere que lo hablemos. Pero yo a usted se lo tengo que decir porque después me va a preguntar y si yo lloro ¿qué les digo a las chicas?
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Estábamos durmiendo y de repente yo abrí los ojos. La puerta de la pieza estaba cerrada. Era raro que no me hubiera venido a despertar mi mamá si ya entraba luz por las persianas. Yo siempre me doy cuenta de la hora por la luz que se mete entre los huecos de las persianas. Y esa mañana la pieza ya estaba bastante clara y no se escuchaba ningún ruido. A mí no me gustaba faltar al colegio porque entonces me tenía que pasar todo el día sola aburriéndome en casa. Por eso no me hice la dormida. Llamé a mi mamá. Pensé que era ella la que se había quedado dor¬mida. Me imaginé que se iba a poner contentísi¬ma de que ya me pudiera despertar sola. Pensé que me iba a decir que yo ya era una señorita y que eso la tranquilizaba. La llamé y, como no vi¬no y tampoco hubo ningún ruido, me levanté. Primero me senté en la cama y traté de desper¬tar a mi hermanita para que no llegáramos tar¬de. Blanquita, al jardín. Y como ella tampoco me escuchaba, me empezó a agarrar miedo y casi me puse a llorar. Miedo, qué se yo. La sacudí un poco y cuando abrió los ojos, le di un beso como hacía mi mamá y le alcancé la ropa. Tuve miedo porque un día escuché que mamá le decía a pa¬pá que si a ella le pasaba algo... que siempre nos hiciera acordar a nosotras... de un mundo mejor, qué sé yo, esas cosas. Tuve miedo igual, porque para mí el mundo no era feo, el mío por lo me¬nos. Ahora todo es horrible. Mi hermanita y yo nos vestimos. Yo la ayudé un poco, pobre. No me animaba a salir sola de la pieza. No sé por qué. Así le dábamos juntas la sorpresa a mamá. Blanquita no hablaba porque estaba medio dormida. Cuando preguntó por mamá le dije que íbamos a ir juntas a despertarla. Que seguro se había quedado dormida. Nuestra pieza da al comedor. Y en frente, del otro lado del comedor, está la pieza de mis padres. Salimos en puntas de pie. Mi hermanita venía atrás mío.
¡Yo me quedé!...
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Blanquita también se dio cuenta de que al¬go había pasado porque en el comedor había un desbarajuste bárbaro. Los libros estaban en el suelo y algunos rotos. Las sillas, cambiadas de lugar. Y bueno, para qué le voy a seguir contan¬do. Usted no vaya a decir nada, seño, pero yo tuve miedo. Llegamos a la pieza de ellos: la ca¬ma estaba vacía y deshecha, pero no como cuando se iban apurados. Deshecha del todo, hasta un poco corrida de lugar. Ahora no sé si había llegado ese día: que si pasaba algo y las ne¬nas. Hablaban tanto... Papá siempre me abraza¬ba y me decía que yo iba a ser libre y Blanquita también. Como un pájaro. Que iba a ser amiga de muchos chicos y en el colegio para el día del niño todos iban a tener un juguete y que eso era la libertad por la que ellos peleaban. ¿Dónde?, me pregunto. Porque entre ellos no peleaban nunca. No, casi nunca. Y menos por la libertad, que también es eso de los juguetes ¿no? No esta¬ba ninguno de los dos en toda la casa. Blanqui¬ta lloraba más fuerte que yo. Entonces la abracé y le di un beso. Nos sentamos en el piso del co¬medor en el medio de todos los libros. Yo empe¬cé a ponerlos en orden, los que estaban rotos los dejé para arreglarlos. Pensé que a lo mejor ma¬má había salido a comprar la leche y le dábamos la sorpresa. Lo que más nerviosa me ponía era cómo lloraba Blanquita, dale y dale. Capaz que tenía hambre, así que fui a la cocina que tam¬bién era un bochinche. Iba a sacar unos panes de la bolsa y justo sonó el teléfono. ¡Ah! Me ha¬bía olvidado de decirle que cuando entramos al comedor para ir a la pieza de mis padres, el telé¬fono estaba descolgado y yo lo puse bien. Enton¬ces atendió Blanquita y yo enseguida le saqué el tubo de la mano. Era mi abuela con la que esta¬mos ahora. Y cuando le conté lo que pasaba, en vez de decir que ay esta madre que tienen, dio un grito y dijo no se muevan, esperen ahí.
Me asusté mucho y yo también grité. Con Blanquita nos quedamos en un rincón. La llamá¬bamos a mi mamá porque mi papá siempre salía temprano así que sabíamos que no podía estar. Después me sentí un poco mal, porque el más grande tiene que ayudar al más chico, y en ese momento yo no la estaba ayudando nada a Blan¬quita. Ni siquiera la soltaba porque me sentía mejor agarrada a ella. Prométame señorita que usted no va a contar nada de lo que le digo. Mi abuela dice que es peligroso y no quiere. Usted cree que vivo con ella porque no tengo mamá, porque se fue de viaje o algo así -como dice mi abuela cuando alguien se muere-. Pero es men¬tira, seño. Le juro que es mentira. Yo tengo ma¬má. No sé dónde está, pero tengo. Ella decía otro mundo y eso a lo mejor es un poco lejos. La verdad que ahora sería bueno que invente un mundo mejor ¿no? porque es una porque¬ría todo esto. Las chicas se piensan que yo estoy muy contenta con mis abuelos porque nos com¬pran todo lo que queremos, pero es mentira. Usted no les diga nada, no, porque de verdad son muy buenos y nos compran lo que quere¬mos. Yo a usted se lo tuve que contar porque re¬cién dijo que había que hacer una composición para el día de la madre y las chicas me dijeron que bueno Inés, vos le podés hacer una a tu abuela, y usted también me iba a decir eso cuando yo me vine acá y le hice perder el recreo largo en su escritorio ¿no?
Buenos Aires, 1977
A las madres que buscan a sus hijos.
A los hijos de esos hijos. A las abuelas que
quieren encontrarlos.
Luego de la lectura, responder las siguientes preguntas:
1- ¿Cuál es el tema del cuento? Reconstruí su argumento.
2- ¿En qué momento transcurre la historia? ¿qué indicios lo evidencian?
3- ¿Qué aspectos de la dictadura aparecen representados en este relato? Justificá tu respuesta.
4- ¿Quién es el narrador? ¿un niño, un adolescente, un adulto? ¿cuántos años tenía cuando sucedieron los hechos que está narrando? ¿cuál es su punto de vista sobre lo sucedido?
5- ¿Cuál fue el destino de los padres de Inés? ¿qué indicios aparecen en el cuento al respecto?
6- ¿Cuál les parece que podría haber sido la actividad de los padres? ¿Por qué habrán sido secuestrados?
7- ¿Por qué les parece que la abuela calla el tema y obliga al silencio a su nieta?
8- ¿Por qué les parece que la niña habla este tema con la maestra?
9- ¿Qué les parece habrá querido manifestar la autora al elegir un monólogo como forma de relatar los hechos? ¿Por qué la maestra sólo hace silencio?
10- Explicá el título del cuento.
11- Escribí la respuesta que la maestra le da a Inés. Para hacerlo, tengan en cuenta las características que ha adoptado la represión durante la dictadura en el sistema educativo por ejemplo, con las siguientes fuentes:
“La pedagogía del miedo
[…] Por aquellos años oscuros eran frecuentes las clases antisubversivas impartidas por altos oficiales de las tres fuerzas a docentes y alumnos de todas las escuelas del país. Buscaban así contrarrestar el “adoctrinamiento” que según ellos llevaban adelante los “elementos subversivos””.
Pigna, F. y Seoane, M. (2006) La noche de la dictadura. Buenos Aires, Caras y Caretas, pp. 30.
“El impacto de la represión en la sociedad fue profundo. Mucha gente debió exiliarse. En las aulas, las oficinas y las fábricas, la represión y el temor acallaron discusiones, terminaron con asambleas o reuniones políticas y, naturalmente, se acabaron las manifestaciones callejeras. En las escuelas, mientras tanto, se retornaba a la disciplina de pelos cortos y pollera a la rodilla”.
Cattaruzza, Alejandro (2002) La Argentina en la encrucijada. Los caminos de la Historia. Buenos Aires, Altea, pp. 84-5.
OTROS RECURSOS POSIBLES
Trabajando con el diseño, compartimos otros recursos u otro tipo de actividades podríamos proponer teniendo en cuenta los alcances de contenidos seleccionados para este período
- Análisis de fotografía “Junio, día del padre en Plaza de Mayo” en Dani Yako “1983. Imágenes del regreso”, teniendo en cuenta las siguientes preguntas: ¿Dónde están? ¿Quienes son?¿Qué estarán haciendo? ¿Por qué? Observen los rostros y los gestos, ¿Qué expresan? ¿A dónde estarán mirando? ¿Cómo esta fotografía enriquece el relato del cuento?
- Cd “De Memoria. Testimonios, textos y otras fuentes sobre el terrorismo de Estado en Argentina”. Memoria Abierta. Secretaría de Educación del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.
- Cd “Historias con mujeres, mujeres con historia” Instituto Interdisciplinario de Estudio de Género, Facultad de Filosofía y Letras. UBA.
- La fotografía en la Historia Argentina, tomo IV. Buenos Aires, Clarín.
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